Autor: El Rincón Romántico

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Romántica actual

El rey de las mentiras

El hombre del que me he enamorado es un mentiroso. No tengo mucho tiempo para revelar todos los detalles, pero esos titulares de «Una mujer desaparece después de su boda» no son más que mentiras. No he desaparecido. No he huido después de mi boda. Nunca habría huido después de mi increíble luna de miel. Mi marido me ha raptado. No, me ha secuestrado. Porque, según él, «Es mejor así»; solo soy un peón en su retorcida partida de ajedrez. A pesar de que mi corazón sigue atado al suyo o de que es el hombre más arrolladoramente guapo y atractivo que he conocido en toda mi vida (aún puede hacer que me encienda solo con dirigirme la palabra), tengo que centrarme en escapar de él. Debo aceptar que ya no es el hombre del que me enamoré. Es el rey de las mentiras. La mujer de la que me he enamorado es tremendamente sexy, pero también exasperante. Está desesperadamente enamorada de mí, pero también está urdiendo un cuidadoso plan para escaparse. ¿Piensa de verdad que yo soy «el rey de las mentiras»? Ella sí que es la reina de las mentiras. Estamos en esto juntos; mentira por mentira, verdad por verdad. Los dos arrastramos un pasado doloroso, a los dos nos da miedo construir un futuro… A pesar de todo, hay un atisbo de esperanza para ambos… siempre que uno de los dos se doblegue. Somos el rey y la reina de las mentiras.

Romántica actual

Besos a medianoche

«Receta» oficial de Nathan Benson:

2 tazas de arrogancia

1 boca que es mucho más sexy cuando está cerrada

1 ego tan grande que no cabe en la batidora

1 enorme y maciza po… Bueno, puedes hacerte una idea…

Como chef de repostería, puedo decir con exactitud de qué está hecho un hombre en cuanto entra por las puertas de cristal opaco de mi local.

Así que en cuanto Nathan Benson apareció más de media hora tarde a nuestra cita a ciegas —sin dar explicación alguna—, atrajo las miradas de todas las mujeres que había en el restaurante con su sonrisa irresistible y al cabo de unos minutos dijo: «Creo, personalmente, que no debemos perder más el tiempo hablando aquí sentados», supe que era en sí mismo una de las «recetas» de hombre más groseras que se hubieran creado nunca. Y también que ni en broma iba a volver a verlo nunca más.

O eso pensaba.

Días después de haberlo plantado en esa primera cita, siguió tratando de convencerme de la manera más descabellada de que le diera una segunda oportunidad. Y una tercera, y una cuarta… Juro que si no hubiera sido por el hecho de que quien me chantajeaba era el hombre más sexy del mundo, lo habría denunciado a la policía mucho tiempo atrás.
Aunque, por otro lado, aguantar unos cuantos besos a medianoche —o quizá algo más— de su perfecta boca puede que no sea, después de todo, una receta del todo desastrosa…

Romántica actual

Carter y Arizona

Solo amigos. Solo somos amigos. No, en serio. Arizona es solo mi mejor amiga… Arizona Turner y Carter James son amigos inseparables desde los nueve años. Se lo han contado siempre todo el uno al otro y se han apoyado en todas sus «primeras veces». Y, por supuesto, han sido mutuo paño de lágrimas cuando las relaciones que han mantenido con otras personas han fracasado… Pero a lo largo de los años, a pesar de todo lo que han pensado los demás sobre ellos y su amistad, jamás han traspasado la línea. Nunca se les ha ocurrido. Nunca han querido… Hasta que una noche todo cambió. Así que quizá ahora… Solo amigos. Solo somos amigos. O eso seguiré diciendo hasta que averigüe si Carter sigue siendo «solo» mi mejor amigo.

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Sexy, descarado, irresistible

Un cliente descarado hoy es, oficial mente, el peor día de mi vida… me he despertado tarde después de una noche loca con el hombre más guapo y descarado que he conocido en mi vida, mis dos mejores clientes de mi agencia de relaciones públicas me han dejado y mi compañera de piso ha destruido mi traje favorito. Aun así, todo se podía enderezar: hoy firmaba con un desconocido e importante cliente un contrato de esos de ensueño. Pero a la hora de la firma no ha venido ningún deportista famoso, ni una estrella de televisión ni ninguna celebridad. En su lugar ha aparecido el Tao espectacular de Anoche con una sonrisa en la cara, y se ha presentado como mi nuevo y descarado cliente.

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Turbulencias

Poséeme…
Bésame con fuerza…
Tómame una y otra vez…
Al principio fue lo de siempre: chico conoce chica, chico conquista chica, chico se acuesta con chica.
Nuestra historia debería haber terminado justo después de la primera vez, cuando cada uno se fue por su lado.
Pero nos volvimos a encontrar… en otras circunstancias. Unas circunstancias prohibidas.
Y ninguno de los dos fue capaz de resistirse.
Las reglas eran sencillas, la pasión puro escándalo, y nuestros corazones estaban a salvo…
Sin embargo, cuando algo lo consume todo, algo que es tan seductor como irreprimible, arriesgas todo lo que tienes para seguir disfrutándolo, incluso aunque esté destinado a estrellarse y arder.
Pero así somos nosotros.
Así es nuestro amor imperfecto.

Lleno de turbulencias…

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Mi jefe otra vez

Claire Gracen tiene por fin la vida que siempre ha querido: una carrera profesional que adora como diseñadora de interiores; un hombre, Jonathan Statham, el que fue su amado y deseado jefe, que está dispuesto a hacer todo lo que ella desee y amigos que conocen el verdadero significado de la palabra «amistad».

Cuando ella y Jonathan empiezan a preparar la boda de sus sueños para formalizar su compromiso de amor eterno, Claire se da cuenta de que el doloroso pasado que había dejado atrás está mucho más encima de lo que pensaba, y la duda parece querer instalarse en su perfecta vida junto a Jonathan.

Para Claire, Jonathan es el prometido perfecto, ¿pero será un marido perfecto? Para Jonathan, algunas conductas de Claire en la recta final hacia su enlace hacen que se llene de preguntas: ¿Claire está poniendo a prueba su amor… o en realidad es ella quien debería estar bajo esa sospecha? Las dudas empiezan a poblar cada vez más el sendero hacia el altar de Claire y Jonathan, y los problemas parecen crecer a cada día que pasa.

Pero no por nada Jonathan ha sido todo un jefe tanto dentro como fuera del ámbito laboral, tanto dentro como fuera de la cama de Claire… y eso, junto con el amor que se profesan, es algo que está por encima de todos los problemas…

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Sin compromiso

Once millones de motivos para marcharme.
Cero motivos para quedarme…

Paris Weston está cansada de todas las promesas que su novio le ha hecho a lo largo de los años, así que en lugar de ir a su fiesta de compromiso se va al aeropuerto con la intención de coger el primer vuelo que esté a punto de salir lo más lejos posible. Compra un billete a Boston con dos escalas.
Decidida a perderse en otra vida diferente a la suya, está convencida de que estar fuera una o dos semanas la ayudará a aclarar todas sus dudas.
Hasta que no consigue llegar a su destino final por una tormenta de nieve.
Hasta que el desconocido sexy y deslenguado que se sienta a su lado en el avión da al traste con todos sus planes.
Hasta que esa escala que no estaba prevista hace que no vuelva a tener ganas de regresar a casa…

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Entre tú y yo

Querida Hayley: Asumo que todavía estás de resaca, así que seré breve. Anoche te metiste bajo mis sábanas (sin mi permiso), y casi hicimos el amor. Salí de la cama tan pronto como me di cuenta de que eras tú y te llevé a casa. Eso fue lo que pasó. Punto. Final. En caso de que lo hayas olvidado, eres la hermana pequeña de mi mejor amigo. Nunca seremos nada más (no podemos ser nada más), así que preferiría que trabajásemos en lo de ser «solo amigos» de nuevo. No obstante, no soy de los que dejan preguntas sin responder ―ni siquiera las que se hacen durante una borrachera―, por lo que, para dar por zanjada nuestra inapropiada conversación de forma adecuada, te contestaré: 1) Sí, me gustó el roce de tus labios contra los míos cuando te pusiste encima de mí. 2) Sí, por supuesto que prefiero el sexo rudo, pero estoy bastante seguro de que no fui rudo contigo. 3) No, no tenía ni idea de que todavía eras virgen… Este mensaje nunca ha existido. Corey.

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Mi jefe

La carrera de Claire Gracen como directora de marketing no podía ser más meteórica, y, además, estaba felizmente casada con el hombre del que había estado enamorada desde la adolescencia; su vida era perfecta… Espera… ¡No! Era satisfactoria y asombrosa, pero un día se dio cuenta de que todo era mentira, una mentira en la que su mejor amiga y su marido la habían engañado de la peor forma posible. Para superar la ruptura y la decepción, Claire se obliga a hacer un cambio de aires: nuevo trabajo, nueva ciudad, nuevas amigas… Es entonces cuando capta el interés del hombre más sexy que haya conocido nunca, Jonathan Statham. Jonathan es diferente a todos los hombres que han pasado por su vida: es dominante, está acostumbrado a conseguir lo que quiere, cuando quiere y como quiere, y no está dispuesto a aceptar un no por respuesta… Pero, a pesar de la innegable química que hay entre ellos, Claire lo intenta rechazar… porque es más joven que ella. Sin embargo, la vida da muchas vueltas, y poco después descubre que Jonathan es el fundador de la empresa donde ella trabaja. Su jefe.

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Novio por treinta días

Nunca debería haber aceptado ese acuerdo…

Hace treinta días, mi jefe —un tiburón de Wall Street— acudió a mí con una oferta que no pude rechazar: poner mi firma en una línea de puntos y fingir ser su prometida durante un mes. Si accedía, podía rescindir mi contrato laboral con una indemnización por despido «extremadamente generosa».

Las normas eran muy sencillas: prohibido besarse y tener sexo. Solo había que fingir que nos queríamos ante la prensa, aunque desde el día que lo conocí siempre había deseado borrarle esa estúpida sonrisa de superioridad de la cara.

Lo cierto es que no tuve que pensármelo dos veces. Firmé y comencé a contar los segundos que me faltaban hasta librarme al fin de su chulería de alta gama.

Solo aguanté un minuto… Nos peleamos durante todo el viaje de cuatro horas hasta su ciudad natal y no conseguimos dar una impresión convincente ante la prensa que nos esperaba. Pero lo peor fue que, justo cuando iba a arrancarle aquel gesto arrogante de la cara, se quitó la toalla de baño delante de mí, a propósito, y me dejó sin palabras con su miembro de veinte centímetros, para «demostrarme quién era el más importante» en nuestra relación. Después me dedicó su estúpida sonrisa de suficiencia de nuevo y me preguntó si quería que consumáramos lo nuestro.

Y lo peor de todo es que ese fue solo el primer día.
Todavía quedaban otros veintinueve por delante…

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